¿Puedo liderar a alguien si no me lidero a mí mismo?
El liderazgo es una capacidad fundamental que ha desempeñado un papel central en la historia de la humanidad. Desde el inicio de los tiempos han existido personas que lograron alinear individuos con objetivos, y más importante aún, han conducido estas voluntades ante diversas dificultades y obstáculos para alcanzar un fin. En cada uno de los campos donde participa un grupo de personas vamos a encontrar un líder, empresas de Wall Street o tribus aun no descubiertas en lo profundo de la selva amazónica, se organizan y confían en ciertos referentes para que guíen y dirijan sus acciones.
En un mundo cada vez más complejo y dinámico, donde las computadoras cada vez hacen más, y el ser humano menos, podríamos plantearnos la pregunta de si el liderazgo continúa siendo una habilidad necesaria o no. Dándole pronta respuesta diremos que nuestra firme convicción no solo lo ve como algo necesario, sino que fundamental para marcar la diferencia y lograr resultados significativos en momentos de incertidumbre.
El ser humano es sin dudas una criatura apasionante, a diferencia de cualquier otro mamífero tiene la capacidad de razonar, puede utilizar medios no violentos para argumentar una posición y con esto influir en otras personas. Pero… ¿qué pasa cuando esa persona se encuentra en una posición en la que por razón de cargo tiene potestades para influir, e incidir en la vida de las personas, pero no tiene la preparación para hacerlo? Esta situación es una de las más complejas que pueden vivir las dos caras del liderazgo, la persona que necesita liderar y el grupo que es conducido por esa persona.
Dentro de nuestra vida sin lugar a dudas hemos sido testigos presenciales, y lamentablemente en más de una oportunidad, de este tipo de personas. Estos “lideres” con escasas condiciones, poca formación u objetivos ilógicos o ilegítimos primeramente diremos que no son lideres. El liderazgo va más allá de simplemente ocupar una posición de autoridad o ser el jefe de un equipo. Se trata de inspirar y motivar a otros, de guiarlos hacia una visión compartida y uno o varios objetivos en común, fomentando un entorno en el que todos puedan alcanzar su máximo potencial. El liderazgo implica tomar decisiones difíciles, asumir responsabilidad y enfrentar desafíos.
En palabras de un sabio griego tan relevante como Séneca “No hay vientos favorables para aquel que no sabe dónde va”, siguiendo esta idea, no es posible que guie a una persona cuando todavía soy incapaz de encontrar un rumbo propio o ver claramente cuál es mi camino. Diremos entonces que un elemento trascendental para liderar a otros es liderarse a uno mismo, también llamado autoliderazgo.
Es relevante comprender que el concepto liderazgo ha sufrido una transformación paulatina y al mismo tiempo globalizada, acompañando el desarrollo de la sociedad a lo largo del tiempo. Vale aclarar que nos referimos al concepto liderazgo a razón de su gran amplitud, a todo aquello que abarca y no simplemente a lo que a su puro significado implica, representación que básicamente menciona a esta como la capacidad de liderar, las condiciones del líder y el ejercicio de sus actividades, siendo este la persona que conduce o dirige a un grupo de personas en alguna clase de grupo, sociedad, organización o estado.
No lograríamos comprender la esencia de esta palabra si no alcanzamos a divisarla como un concepto, uno que posee la gran capacidad de dirigir pensamientos y actitudes para alcanzar objetivos claros y definidos, así como la construcción de un estilo y sistema de vida que engloba dentro de si un gran caudal de actitudes, aptitudes, valores, cualidades y capacidades que comprendemos a tal punto de aceptar ponerlas en práctica a favor de alcanzar estos objetivos, tanto sean de carácter personal como grupal.
El liderazgo lo entendemos desde la persona hacia afuera, y el autoliderazgo hacia dentro, lo cual resulta bastante lógico, puesto que como apunta la pregunta inicial de este artículo ¿Puedo liderar a alguien si no me lidero a mí mismo? Entendemos que la respuesta es diversa y personal, depende de múltiples factores que nadie más que nosotros mismos seriamos capaces de responder. Humildemente luego de reconocernos como ávidos lectores en lo que a esta materia refiere, pensamos que difícilmente podamos lograr liderar sin liderarnos.
El origen de la palabra “líder” está en el término proveniente del inglés “Leader”, y no significa otra cosa más que conducir o dirigir. Tal cual dijéramos esto conecta directamente con la capacidad de auto liderarse, de conducir y dirigir nuestras propias vidas. Este punto quizás ayude a comprender que la conducción y dirección apropiada de mis pensamientos, actitudes, aptitudes y habilidades no solo implican aumentar mi capacidad para alcanzar mis propios objetivos, sino que impulsan mi ascendencia sobre otros al posicionarme como alguien centrado, lógico, ordenado, entre otros.
El punto medular para nosotros está en buscar la simbiosis de conceptos, hemos hablado de liderazgo y auto liderazgo, dejando ver una clara interdependencia entre ambos términos. Este puente entre ambos nos brinda las herramientas para comprender la vital importancia que tiene el desarrollo personal para poder influir en otros. El auto liderazgo no es otra cosa que la amalgama perfecta entre acciones positivas, resultados positivos, aprendizaje y crecimiento, confianza y autoestima; este círculo virtuoso apuntalado por la determinación, la resiliencia, la integridad y la responsabilidad son garantía de éxito.
Ahora bien, para iniciar este proceso de cambio es necesario llegar a la “necesidad de cambio”, este mejoramiento personal y continuo se basa en la búsqueda implacable de avance y crecimiento, tiene metas realistas y es progresivo…. No existen recetas mágicas. Recordemos que el desarrollo personal es un proceso de transformación mediante el cual una persona adopta nuevas formas de pensamiento para desarrollar nuevos comportamientos y actitudes.
A modo de cierre dejamos una invitación al lector, esta invitación no requiere de grandes esfuerzos económicos, retiros espirituales, estudios universitarios ni mucho menos. La invitación si requiere de la honestidad y humildad que solo se consigue mediante el análisis introspectivo para encontrar aquellos “puntos de dolor” que nos paralizan o detienen, analizando aquellas creencias que se convirtieron en limitantes. Esto que nos detuvo, nos hizo lentos, o afectó nuestro estado de ánimo, de forma negativa, nos condiciona.
La buena noticia es que, nada es tan poderoso como una mente ordenada y el deseo de un cambio. La forma de lograr esto es forjar nuevas conductas que afiancen nuevos hábitos y más allá de esto, que las mismas evolucionen en costumbres que trasciendan en nosotros y de nosotros. Nuestro pensamiento explica que quien aprende a auto-liderarse opta por la puerta más eficiente para influir en los demás con un estilo de liderazgo que invita a la transformación interna y externa, propia y ajena.
Recogiendo nuevamente la pregunta que da origen a este artículo, la responderemos con un gran “NO”, no podemos liderar a otros si no nos lideramos a nosotros mismos de igual forma que un árbol de manzanas no tiene frutas sin raíces, tronco, ramas u hojas. No podemos influir cuando estamos llenos de dudas, no podemos ordenar cuando estamos desordenados, no podemos transmitir calma cuando estamos intranquilos. Lejos de concentrarnos en esta conclusión en lo que NO podemos, hemos visto que hay mucho que, SI podemos hacer, podemos ser dueños de nuestro propio círculo virtuoso de vida. Conocemos los conceptos, entendemos las formas, solo falta que cada uno de nosotros transforme su vida en un paradigma natural en el que trascienda con un legado autentico y la firme convicción que podemos ayudar a muchos otros.
Autores: Carlos Magallanes – Nicolás Sosa de Franco – Fabrizio Pizarro